Por Patricio Velásquez, académico y co-investigador de la Radiografía de Género del Biobío.
Seguimos en la tarea de avanzar hacia la igualdad, un camino que han recorrido varias generaciones, las que han buscado derribar las barreras de la desigualdad y brechas de género que siguen estando actualmente presentes.
La representación de las mujeres en posiciones de liderazgo y toma de decisiones sigue siendo un claro indicador de las brechas que persisten. A pesar de constituir más de la mitad de la población, las mujeres ocupan solo un 24,2% de los puestos en directorios y un 23,8% en cargos gerenciales en la región del Biobío, según la radiografía de género impulsada por la CPC Biobío y ejecutada Facultad de Comunicaciones de la Universidad del Desarrollo, en 2023. A nivel nacional la cifra alcanzó el 14,7% en directorios y en gerencias de primera línea , 22,8% según el Cuarto Reporte de Indicadores de Género de la Comisión para el Mercado Financiero.
En este contexto de memoria, es imperativo reconocer que los discursos de igualdad de género, aunque fundamentales, corren el riesgo de quedarse en meras intenciones o convertirse en expresiones de «pink washing» si no se traducen en acciones concretas y cambios sistémicos, que comienzan mucho antes de compromisos, parten desde la convicción de que estos cambios, no se hacen solos, sino con esfuerzos compartidos y acciones sostenibles y continuas en el tiempo.
Ante este panorama, la pregunta que debemos hacernos no es si debemos integrar la equidad de género en nuestras organizaciones, sino ¿cómo podemos hacerlo de manera efectiva? La respuesta comienza con un cambio de perspectiva, pues no existen las recetas perfectas: ver la equidad de género no como un tema secundario o complementario, sino como un eje central de nuestra estrategia y operación.
A pesar de la evidencia abrumadora que respalda la integración de la equidad de género como una estrategia organizacional inteligente, el Índice de Equidad de Género en Chile (2023) realizado por la Escuela de Administración de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), reveló que el 86% de las organizaciones chilenas carecen de políticas claras al respecto. Este dato no solo refleja una desconexión entre el conocimiento y la acción, sino que también subraya la necesidad de un compromiso organizacional genuino y liderado desde la dirección.
El primer paso en este camino es la sensibilización y la instalación del tema de género dentro de nuestras organizaciones. Debemos abrir espacios para el diálogo transversal, la formación y capacitación ¿dónde? precisamente en las jefaturas, que precismanete, son liderazgos masculinizados como se explicitó al inicio. Esto, acompañado de un diagnóstico que nos permita identificar las brechas específicas, permitirán gestionar planes y acciones medibles que ofrezcan reales oportunidades de mejora.
Hacemos un llamado a la acción, una invitación a repensar y transformar la manera en que abordamos la igualdad de género en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Es un momento para honrar la memoria y la historia, el desafío que enfrentamos hoy no es solo el de hablar sobre igualdad como la meta idílica, sino el de actuar de manera que nuestras organizaciones, nuestras políticas y nuestras prácticas reflejan un compromiso real, el que debe comunicarse, y debe traducirse en acciones medibles, que se sistematizan en planes de gestión y un trabajo personalizado en virtud de la identidad particular de cada organización.